¿La Antártida podría colapsar?
A finales de enero, el derretimiento de un glaciar en la isla canadiense de Baffin no solo dio lugar al descubrimiento de un paisaje sepultado entre el hielo durante unos 40.000 años. Sugiere también que el calentamiento global podría estar influyendo en el deshielo de la Antártida y de Groenlandia, un fenómeno que algunos expertos presumen que desencadenará un aumento desmesurado del nivel del mar.
Las mismas temperaturas que este año hicieron posible el derretimiento en Baffin fueron registradas en ese mismo lugar hace ya 115.000 años, durante un periodo interglaciar conocido como Eemiense o Riss-Wurm, cuando el nivel oceánico era entre seis y nueve metros mayor que el actual. Estas circunstancias han abierto un debate sobre qué procesos podrían haber tenido lugar en ese momento y qué tan probable es que el hielo ártico se derrumbe en el océano como sucedió en el pasado.
Un reconocido estudio realizado en 2016 por Robert DeConto y David Pollard, de las universidades estadounidenses de Massachusetts y Pensilvania, sostiene que dos procesos, conocidos como inestabilidad y colapso de los acantilados de hielo, serían los responsables de haber provocado el aumento del nivel del mar en dicho periodo y podrían actualmente volver a hacerlo desde la Antártida occidental, la parte más vulnerable del continente helado, bajo la influencia del calentamiento atmosférico.
Mediante simulaciones computarizadas, DeConto y Pollard desarrollaron un modelo basado en las propiedades mecánicas y estructurales del hielo que asegura que los acantilados muy altos en los bordes de los glaciares —de más de 100 metros por encima de la superficie del agua— podrían producir tensiones capaces de hacer que el hielo se fracture y caiga al mar en forma de bloques.
Esto supone que los acantilados de hielo costeros pueden colapsarse rápidamente después de que se desintegren las plataformas de hielo como resultado del derretimiento de la superficie y el calentamiento global.
No obstante, un estudio publicado la semana pasada en la revista Nature sugiere que es poco probable que esta hipótesis sea la responsable del aumento de las aguas oceánicas.
Tamsin Edwards, glacióloga y autora principal de la investigación, realizó un análisis estadístico de los datos de latasa de pérdida de masa de hielo durante tres periodos cálidos: el Plioceno Medio, el último periodo interglaciar y los años 1992 a 2017.
Edwards tomó el modelo y los resultados de DeConto y Pollard y logró demostrar que, variando los parámetros de temperatura, la inestabilidad y la caída de los acantilados de hielo no fue determinante en los cambios ocurridos en el nivel del mar durante tales épocas.
Edwards calcula un aumento en el nivel del mar para este siglo mucho más bajo del previsto. De ser así, y en el peor de los casos bajo concentraciones muy altas de gases de efecto invernadero, el valor más probable sería de 45 centímetros.
“Puede que la situación no sea tan terrible como lo predijo el último estudio, pero sigue siendo mala”, destaca.