El fondo Marino produce las condiciones para crear Diamantes
Pequeños rastros de sal atrapados dentro de diamantes muestran que las piedras preciosas se forman a partir de antiguos fondos marinos que quedaron enterrados profundamente dentro de la corteza terrestre, según una nueva investigación dirigida por un equipo de científicos de la Universidad Macquarie en Sídney (Australia).
Los investigadores pudieron realizar experimentos que demuestran que el agua de mar en los sedimentos del fondo del océano reacciona de la manera correcta para producir el equilibrio de sales que se encuentra en los diamantes. Tuvieron que recrear la presión extrema y las temperaturas encontradas a 200 kilómetros bajo tierra, según se explica en el estudio, publicado en ‘Science Advances’.
Los diamantes son cristales de carbono que se forman debajo de la corteza terrestre en partes muy antiguas del manto. Salen a la superficie en erupciones volcánicas de un tipo especial de magma llamado kimberlita. Mientras que los diamantes de gema generalmente están hechos de carbono puro, los llamados diamantes fibrosos, que están nublados y son menos atractivos para los joyeros: se muelen y se usan en aplicaciones técnicas como brocas.
Los diamantes fibrosos crecen más rápidamente que los diamantes de calidad gema, lo que significa que atrapan pequeñas muestras de fluidos a su alrededor mientras se forman. A menudo incluyen pequeños rastros de sodio, potasio y otros minerales que revelan información sobre el ambiente donde se formaron.
“Sabíamos que debía haber algún tipo de líquido salado mientras los diamantes crecían, y ahora hemos confirmado que el sedimento marino encaja a la perfección”, afirmó en un comunicado el autor principal del estudio, Michael Forster.
Para que el proceso funcione, una gran parte del lecho marino tendría que deslizarse hasta una profundidad de más de 200 kilómetros por debajo de la superficie muy rápidamente en un proceso que se conoce como subducción. Según los investigadores, ese descenso rápido es necesario porque el sedimento debe comprimirse a una presión atmosférica más de 40.000 veces antes de que pueda fundirse a temperaturas de más de 800 grados Celsius.