Detectan la primer señal FRB en nuestra propia Galaxia

Astrónomos han detectado la primera ráfaga rápida de radio (FRB, por sus siglas en inglés) originada en nuestra propia galaxia, informa ‘ScienceAlert’. Según comentó al medio Shrinivas Kulkarni, astrónomo del Instituto de Tecnología de California (EE.UU.), “algo como esto nunca se había visto”.

La señal, un estallido de ondas de radio de milisegundos, se remonta a un magnetar activo de la Vía Láctea, un tipo de estrella de neutrones con un campo magnético extremadamente fuerte. El magnetar, conocido como SGR 1935 + 2154, se encendió repentinamente, enviando una gigantesca explosión de ondas de radio de milisegundos de largo, captada por los astrónomos el 28 de abril. El estallido fue tan intenso que podría haber sido detectado desde otra galaxia. El descubrimiento fue anunciado en ‘The Astronomer’s Telegram’ por Paul Scholz, de la Universidad de Toronto (Canadá).

Las FRB duran milisegundos y parecen provenir del espacio profundo. Son extremadamente impredecibles, a pesar de que algunas liberan más energía que 500 millones de soles. Debido a que son de corta duración y no parecen tener un patrón, encontrar de dónde vinieron y qué las produjo ha sido en gran medida un misterio. Las primeras FRB fueron descubiertas hace más de una década. Desde entonces, los científicos han estado tratando de averiguar qué las está causando. Las sugerencias han incluido eventos cataclísmicos, como la colisión de dos estrellas de neutrones o el colapso de un agujero negro. Pero estas hipótesis fueron cuestionadas cuando se descubrió una FRB repetitiva y los científicos se dieron cuenta de que debe haber otra explicación, o más de una fuente puede producir estas explosiones.

En los últimos años, un grupo internacional de científicos se ha unido para resolver el misterio de las FRB. La colaboración ha llevado al descubrimiento de más FRB: por ejemplo, a principios de este año, un equipo pudo rastrear a una ráfaga hasta una región de formación de estrellas en una enorme galaxia espiral a 500 millones de años luz de distancia. Hasta ahora, sin embargo, ninguna parecía provenir de nuestra propia galaxia.