SE ABRE UN AGUJERO EN EL SOL DE 800 MIL KILÓMETROS DE ANCHO.

El Sol continúa generando estructuras de proporciones colosales debido a la inversión de la polaridad, asociada al fin de su ciclo. La última de ellas fue un agujero solar que alcanzó un ancho de 800 mil kilómetros, un espacio donde podrían caber 60 planetas Tierra apilados. Según informó el Observatorio de Dinámica Solar de la NASA (ODS), el agujero en la capa superior del Sol se abrió a principios de diciembre y generó una corriente de partículas que se dirigió hacia la Tierra. Los instrumentos de los climatólogos espaciales esperaron una tormenta geomagnética moderada con representaciones visuales de auroras en latitudes medias. Si bien los fenómenos polares aparecieron con extrañas tonalidades naranjas, no hubo afectaciones importantes para los sistemas de comunicación satelital o las líneas eléctricas. La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) afirma que los agujeros en el Sol pueden llegar a permanecer hasta 27 días. El más reciente comienza a desaparecer tras una semana de haberse identificado. En las últimas imágenes del ODS de la NASA se puede constatar como la corona de la estrella comienza a “cerrarlo”. Gracias al campo magnético de la Tierra y las características de su atmósfera, gran parte de las partículas que expulsa el Sol son desviadas y no impactan contra el planeta. Las auroras boreales, producidas por la excitación de las moléculas que se encuentran en la ionósfera, son una de las mejores representaciones del flujo del viento que emana del astro. Aun con la distancia y estos escudos protectores naturales, la humanidad no está exenta de padecer los embates de eyecciones de materia coronal y de viento solar intenso. El evento Chapman-Silverman, registrado en 1872, fue la tormenta geomagnética más extrema de la historia reciente. Los reportes indican que las comunicaciones telegráficas que se transmitían por cables submarinos en el océano Índico dejaron de funcionar durante horas. También se presentaron auroras boreales en latitudes anormalmente bajas, como en Bombay, India. Un fenómeno de estas proporciones bajo el contexto actual puede ser catastrófico, concluyen los expertos.